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DESLENGUADOS

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Fidencio tenía un columpio, y curaba en él. Para hacer que los tartamudos, mudos y deslenguados recuperarán el habla, se mecía con ellos en el columpio, sentándolos en sus piernas, y cuándo estaban en lo más alto los soltaba, empujándolos para que cayeran en los matorrales espinosos. Los Deslenguados, todos aquellos que no pueden hablar, que no tienen el privilegio de hablar por ellos mismos, encuentran en el Niño una nueva voz.

«Mientras sus pellejos flotan por los aires, muchas banderitas azules, blancas y amarillas repartidas por los soldados, se agitan ante la apelotonada valla de endemoniados, leprosos, cabezas de caja, niños hidrocefálicos, enanos braquicortos, jóvenes tirados en el suelo sentados sobre delgados huesos de sus piernas guangas, pálidas mujeres de respiración débil, asmáticos que ya van a morirse de asfixia, deslenguados que babean, hombres niños, mujeres, enfermas, manos llagadas que aplauden, todos sonriendo al ver pasar ante sus ojos, por primera y última vez en sus vidas, al señor general Gobernador del Reino, otro enfermo que viene con los enfermos, uno más entre ellos, un enfermo de lepra lleno de granos y de llagas.»
El Evangelio del Niño Fidencio, Felipe Montes. 

Lechedevirgen en el Columpio, performance Campos del Dolor. Fotografía por Herani Enríquez HacHe.

Fotografías por Herani Enríquez HacHe

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