Después de 1 año y 4 meses volví a Tijuana. La última vez que presenté Inferno Varieté en Tijuana se llevó acabo en Estación Teatro, gracias a la gestión incansable de Andrea Padilla y la ayuda de Adolfo Madera. Aquella vez hubo un sobrecupo aproximado de 80 personas en un espacio que tenia disponibilidad máxima para 60. Quizá lo más memorable de aquella ocasión fue la ya legendaria anécdota de la persona en el público que vomitó en plena performance, quizá por el fuerte contenido explícito emocional y/o visual de la acción o por el fuerte olor a carne podrida y sangre que se respiraba en esa claustrofóbica atmósfera (había llevado conmigo desde Querétaro un par de testículos de toro, los cuales comenzaron a descomponerse durante el viaje en avión y para el momento de la performance despedían un hedor a rastro y viscera increíble, inclusive yo mismo llegué a sentir asco al manipularlos). Esa escena del vómito marcó la memoria de muchas personas en el público, que se sumó a la performance, volviéndolo marcabramente inolvidable, justo como salido del teatro de la crueldad de Artaud.

De ese día a la fecha Inferno Varieté a mutado, evolucionado y crecido bastante. Tijuana fue el segundo lugar donde presenté la performance, ahora ya la he presentado más de 14 veces. En ésta ocasión tuvo lugar dentro del marco del Festival Iternacional de Cine y Género «Imperfectu Fest», el cual de hecho se realizó en el pasado mes de Julio, la razón por la que Inferno fue aplazado hasta septiembre tuvo que ver con la arbitraria decisión de la dirección del Centro Cultura de Tijuana CECUT  por negarse a dejarnos presentar dentro de sus instalaciones mi trabajo, cosa bastante curiosa siendo que ahí mismo se han presentado personajes como Lukas Avendaño o La Pocha Nostra, colegas que realizan un trabajo muy similar al mío. Por una u otra razón el CECUT se negó poniendo de excusa el uso de líquidos, sangre e incluso por el «desnudo» que ocurre en el performance. Creo que todo es para bien. Pensándolo en retrospectiva yo debía presentar mi trabajo sin ataduras o censura y sin dar explicaciones a nadie, tal como ocurrió con el apoyo de la Casa de la Cultura Altamira, dónde finalmente pudimos realizar el performance. Una vez más comprobé que son pocos los espacios que no tienen miedo, por ahora el CECUT y el Museo del Chopo, siguen en tachados de mi lista por atentar parcial o totalmente contra la obra de los artistas que no les conviene que se presenten en sus espacios y les he prendido una que otra velita negra.

Inferno se realizó entonces gracias al apoyo del gran equipo de Imperfectu, Josefina, Marco, Luisa y todos los demás que depositaron su confianza en mi y mi trabajo para poder hacerlo posible. Las reacciones del público fueron extremadamente amorosas, muestras de afecto hacía mi persona me hicieron conmoverme como pocas veces me ha ocurrido mientras hago performance: besos, abrazos, uno que otro golpe (me han cambiado el medicamento para los riñones, razón por la cual llegué a Tijuana con la presión baja, aquel golpe que me dio uno de los asistentes en la dinámica de «semana inglesa» justo después de sangrar en la parte inicial del performance, me produjo un mareo intenso, al grado de dudar en continuar con la acción) incluso una persona se desnudó para acompañarme durante una de la acciones, siempre con una aproximación cariñosa que es difícil de explicar.

Tijuana siempre me remueve el corazón y el estomago. Tengo algo con esa tierra de los burros-zebras, fronteriza, donde la noche y la fiesta nunca terminan. Hay en Tijuana algo muy importante para mi que la vuelve uno de mis lugares favoritos en el mundo. Odio su aeropuerto, nunca quiero subirme al avión de regreso a Querétaro. Quiero volver a TJ, cuánto antes, mejor.

Gracias a todos los que lo hacen posible, al equipo de Imperfectu, Jaque, Crystal, Yhaira, Yadira, Andrea y Octavio.

Fotografías por Nicolasa Cordova

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