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TRAVESTISMO ESPIRITUAL

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TRAVESTISMO ESPIRITUAL

La Virgen de los Guacas , Giuseppe Campuzano, 2007

Travestismo

“Soy altar, no sacrifico” – Jovana, Bruja Prietx,  

DJ, productora y artista multidisciplinaria. 

En primera instancia, el travestismo es una práctica de desobediencia a la CIS-Heteronormatividad del sistema moderno colonial del género, un desacato a sus expectativas y determinismos que buscan incansablemente leer y entender a las corporalidades y subjetividades en patrones binarios de “hombre y mujer”, masculino y femenino. Pero el travestismo es mucho más complejo que eso.

El travestismo también es una tecnología, una forma de construcción de saberes y un espacio de enunciación político-identitario. El travestismo es una herramienta conceptual encarnada, cuyas potencialidades no se detienen en el espectro del género o en lo corporal, sino que también abrazan y atraviesan los límites de la escritura, el territorio, la memoria, la cultura, el arte y la espiritualidad.

Recuerdo a Giuseppe Campuzano, la Giu Camp (Lima, 1969-2013), como un admirado filosofo, investigador y artista travesti, pero, sobre todo, la recuerdo como una buena amiga. Giu trabajó arduamente para rescatar la memoria travesti de su tierra natal en el “Museo Travesti del Perú”, proyecto multidisciplinar cuya capacidad única le permitía cambiar de forma a gusto propio, haciéndose presente algunas veces como exposición artística, otras como archivo hemerográfico, otras tantas como un atlas contracultural, cómo un libro, una conferencia, un performance, etc.  Me gusta pensar que cada vez que Giu instalaba los objetos, textos, testimonios e imágenes de esta colección de joyas travestis variopintas en las paredes blancas de una galería o museo, ese recinto terminaba “travestido” del Museo Travesti del Perú en su totalidad, en ese momento se convertía en -EL- Museo Travesti de Perú (MTP).

El MTP es un proyecto vivo, que gracias a que su creador se comprometió absolutamente con la cuidadosa tarea, amorosa y dolorosa al mismo tiempo, de realizar una arqueología invertida del travestismo del sur (en la que el sujetx subalternizadx devuelve la mirada y escribe su propia historia) propició la activación de la memoria colectiva y buscó la dignificación de las historias de cada una de esas travestis racializadas cuyos nombres ya habían sido olvidados convenientemente por las necropolíticas de estado y las violencias transodiantes y travesticidas, existiendo solamente como anécdotas trágicas de la nota roja.

Giu y yo comenzamos nuestra correspondencia a través de redes sociales por el año 2010, cristalizándose en un performance colaborativo titulado El Vellocidio de Bronce presentado en el marco de la séptima semana de diversidad sexual en 2012 en Puebla. Para entonces, la esclerosis que le aquejaba le impidió viajar a México y fue entonces cuándo me dijo que sería yo quién debería realizar el performance completo, teniendo la encomienda de “encarnar el museo travesti del perú”. Tomé la encomienda con mucha seriedad y cariño, yo sentía estar travestiéndome no sólo del museo, sino de Giuseppe en sí misma.

Anunciada como una conferencia magistral, comenzó el performance con la reproducción del vídeo «Ruinaca Bulvara» con la voz de Giuseppe hablando sobre el MTP, cortándose de súbito y comenzando la acción. Previamente yo había bordado a mano, con cabello sobre listón rosa, los nombres de amigas travestis asesinadas que Giu me había enviado. Durante el performance uní esos listones a mi piel perforándome con hilo y aguja, en la literalidad de esa acción artística logré “encarnar el museo travesti del perú”. Durante el performance mi cuerpo se convirtió en canal, en puente, era cómo si estuviera siendo controlado a distancia por la Giu, sus ideas eran las mías y sus deseos los míos también. Considero este momento como la iniciación al travestismo en mi vida, ahí comprendí en la profundidad su poder.

Travestismo Cultural

Para Giuseppe el travestismo es un acto de impostura, de usurpación, de ilusionismo, siempre entendido como el acto subversivo de “robar” o “engañar” a la colonialidad de la mirada de un sistema-mundo sostenido por la blanquitud y el dominio de la CIS-generidad y la heterosexualidad obligatoria. Sin embargo, este acto de usurpación también interpelaba la forma en la que las identidades culturales se construían, entendidas como palimpsestos, los rasgos culturales se escriben unos sobre otros, fenómeno reconocible con mayor fuerza en los territorios que han sido colonizados. Para Giuseppe “toda peruanidad era un travestismo” y así podríamos extender dicho aforismo travesti a toda Abya Yala (mal nombrada Latinoamérica) al entender que la “identidad cultural latinoamericana” no es otra cosa más que el resultado de procesos de dominación y resistencia histórica frente la colinialidad.

Dicho de otra forma, el travestismo cultural del que hablaba Giu, es una contra-narrativa al mito del mestizaje, un mito que nos propone la idea ficticia (pero muy bien posicionada y difundida) de que las poblaciones colonizadas somos producto de un “sincretismo” cultural y biológico que nos homogeniza en identidades culturales cerradas y completas, como es el caso del mestizaje promovido por el México moderno, en tanto estado-nación, en el que la invención del “mestizo” tiene apenas 200 años de creación. Contrario a lo que regularmente se cuenta, dicho “sincretismo” nunca se suscitó, pues no existieron combinatorias significativas entre “españoles” e “indígenas” que pudieran servir para explicar el surgimiento de la “raza cósmica” proclamada por José Vasconselos, en el que los mexicanos somos “lo mejor de dos culturas”. Nunca hubo una mezcla significativa porque los blancos no querían reproducirse con los “indios” ni mucho menos se dio una fusión cultural entre elementos prehispánicos y elementos del imperio español, en su lugar se dio un proceso de “extirpación de idolatrías” (como señala María Galindo) para sacar de la cultura dominante cualquier rastro de “primitivismo caníbal y rituales profanos” con los que se asociaba a los pueblos originarios.

El mestizaje, el proyecto del mestizaje, mejor dicho, es una invención ideológica con consecuencias sociales de exclusión y exterminio racista dirigidas hacía las naciones originarias que aún sobreviven en nuestro territorio. El “México prehispánico” no existe sino por mera invención retórica, ya que antes de la llegada de los españoles no existía un “México” sino 68 naciones originarias, de 65 millones de pobladores originarios que habitaban este territorio antes de la colonia, ahora sólo alrededor de 23 millones de personas se identifican dentro de pueblos originarios. La existencia del mestizaje es equivalente al aniquilamiento de las poblaciones -mal llamadas- “indígenas”. Dentro de este proyecto político dominante, ser mestizo es ser racista.

Frente a esta idea, el travestismo cultural es capaz de develar dichos mecanismos ocultos en la construcción de las identidades culturales colonizadas por el “mestizaje”. Apropiarse de elementos simbólicos que han sido asociados a aquel “pasado ancestral” y combinarlos con elementos de un presente moderno o incluso con estéticas de la cultura pop y de masas (como el propio Giuseppe hacía en sus famosos retratos en los que se auto-representaba como mapuche o como David Bowie, en su obra Fotografías para documento de identidad del 2011) hace evidente que no existe una forma única y/o correcta de ser “peruano”, “mexicano”, etc., oponiéndose al esencialismo inherente del discurso blanco de la identidad nacional, pues toda identidad cultural es una invención, una construcción, una situación política. Así como la travesti se inventa a sí misma, así también la cultura es una suma de máscaras que hemos construido como origen y/o destino, algunas de ellas blancas (pensando en Frantz Fanon) y otras de ellas como estrategias de sobrevivencia o resistencia.

Giuseppe hablaba de la travesti como una figura transfronteriza capaz de habitar la “contradicción” que implica a travesar las dicotomías (hombre, mujer / masculino, femenino) posiblemente inspirado en el papel del berdache, término antropológico utilizado para definir los roles de “género alternativo” en las sociedades americanas nativas, quienes se dice que poseían una autoridad espiritual y a quienes también se les atribuía la capacidad de viajar entre dicotomías y binarismos: transitar el mundo de los vivos y los muertos, lo onírico y la vigilia, atribuyéndoles  intervenciones sobrenaturales bajo la forma de visiones o sueños.

En la entrevista realizada por Tania Fuentes en 2008[1], Giuseppe comenta apropósito de esta unión entre travestismo y espiritualidad: “Yo veo el travestismo como un ritual, como el sacerdote que realiza una liturgia o como el chamán en las culturas originarias. Esta cuestión del hombre vistiéndose de mujer, que también es discutible porque por último no es un hombre vistiéndose de mujer es un hombre rompiendo convenciones, límites y vistiéndose como él en el fondo quiere vestirse. Es curioso porque la gente dice que el travesti se viste como mujer, pero yo no he visto ninguna mujer vestirse como lo hace un travesti”.

Efectivamente, las travestis no se visten “como mujer”, las travestis se visten como travestis. Ser travesti es una identidad política en sí misma, cuya expresión de género es apenas la superficie de una serie de operaciones de resistencia anticolonial y antipatriarcal. Asociar el travestismo a la idea de “vestirse del género contrario” tiene sólo sentido en una lectura reduccionista que las sociedades patriarcales y binarias necesitan para abordar la agencia desobediente de corporalidades y subjetividades disidentes, constantemente el binarismo CIS-heterocentrado inventa terminologías como “tercer género” o “género alternativo” porque no es capaz de concebir la posibilidad de existencia de identidades que van más allá de esas dicotomías, ni tampoco las puede pensar como anteriores a la imposición colonial de dicho binarismo.

Pero lo más importante: el travestismo no es únicamente una cuestión concerciente a la expresión y performatividad de género, sino que se conecta con lo chamánico y lo ritualístico. 

Mares, Federicx Tello, foto por Carlos Castilian 2015

Travestismo Espiritual

Defino como travestismo espiritual a las prácticas de canalización psíquica/energética/espiritual a partir de la corporización/encarnación/invocación travesti, en las cuales el travestismo, entendido como un campo de acción subversivo y como una tecnología antipatriarcal, anticolonial y antirracista, es el elemento clave para hacer posible la intervención de entidades espirituales a través del cuerpo del médium.

Muchas de las prácticas ocultistas y religiosas que utilizan la canalización como principal método esotérico, conllevan simultáneamente dos elementos constantes: la ritualidad como dispositivo escénico/performativo y el uso de vestimentas/indumentarias específicas y necesarias para lograr tal canalización: la iglesia evangélica pentecostal lo ha hecho con personajes como Sister Aimee McPherson, celebridad mediática de los años veinte y fundadora de la Foursquare Church en Los Ágneles, quién se reconocía a sí misma como médium del poder sanador de Cristo, y que ganó notoriedad por sus “sermones ilustrados” y operas sagradas que consistían en escenificaciones del evangelio, puestas en escena en la que la indumentaria era un elemento necesario y protagónico.

En el contexto latinoamericano existen prácticas de canalización presentes en lo que la antropología, desde su posición colonial, ha nombrado como el “culto a santos populares”, definidos como “personas muertas cuyos espíritus son venerados como santos, pero que no son reconocidos por la religión establecida”, santos no canonizados por la hegemonía de la iglesia católica, (impensable para el cristianismo, ya qué rechaza toda adoración a los santos) y que por ello han sido considerados como supersticiones o charlatanería, satanizados en general como “brujería” o “paganismo”.

En el norte de México, particularmente en Espinazo, Nuevo León, se encuentra el culto al Niño Fidencio, José Fidencio Constantino Síntora, curandero intersex y taumaturgo de los desiertos conocido a mediados de los años treinta, en plena guerra cristera, por sus métodos de curación únicos y los milagros de sanación que fue capaz de realizar, incluso el entonces presidente Plutarco Elías Calles le visitó buscando sus dones. Aunque el mismo Niño Fidencio era católico y la iglesia católica se ha negado a su reconocimiento. Actualmente, dentro del fidencismo, existen las “cajitas”, personas que desempeñan el papel de médiums usando su cuerpo como un envase para canalizar a diferentes espíritus, siendo el mismo espíritu del Niño Fidencio la canalización más común, sin embargo, también se pueden encontrar “cajitas” de Pancho Villa, Tomasito Herrera o de la Niña Aurorita.

Las “cajitas” que canalizan el milagroso espíritu de la Niña Aurorita (Aurora Prado Quintanilla, quien murió a los 10 años debido a que su madre la dejó sola en casa a cuándo accidentalmente se produjo un incendio) experimentan una serie de cambios corporales y performativos que transforman los movimientos de cuerpo, el comportamiento e incluso el tono de voz de los médiums, quienes tienden a hablar con una voz mucho más aguda que su voz original. El comportamiento y el lenguaje cambia radicalmente, las frases, diálogos y curaciones son dirigidos por el espíritu de Aurorita. Como parte del proceso, sus “cajitas”, independientemente de su género, se visten como ella: largos vestidos de color pastel con crinolina, sombreros rancheros y canastas llenas de dulces. Bailan y juegan con los enfermos para llevar acabo la curación espiritual causante de sus males físicos. Así mismo ocurre con las “cajitas” que emulan la vestimenta del santo que buscan canalizar. La indumentaria es clave para lograr la canalización.

Sin embargo, me interesa delimitar el concepto de travestismo espiritual a aquellas prácticas que no sólo están conectadas con el uso de indumentaria ritual o con la performatividad, sino que justamente el componente travesti inherente a ello relacionado a la disidencia sexual, le otorga una dimensión política contestataria que desafía las formas dominantes de espiritualidad y con ello sus sistemas de creencia, mismos que han funcionado como pilares de violencias sistemáticas como el racismo, la misoginia, la transfobia, por mencionar sólo algunos.

El travestismo espiritual es una poderosa herramienta subversiva característica de grupos históricamente subalternizados, un compendio de saberes y prácticas (así como de intuiciones y manifestaciones) a las que sólo pueden/podemos acceder las travestis racializadas que nos hemos fugado de la plantación del sistema moderno colonial del género y de los designios del CIS-sexismo y la nación heterosexual, pero más importante aún para este caso: aquellas quienes nos hemos resistido a la colonización espiritual y la extirpación de idolatrías por parte del canon hegemónico ortodoxo del cristianismo/catolicismo obligatorio, construyendo nuestros propios sistemas simbólicos basados en la santería, la magia caos, la brujería latinoamericana, la ocultura (occulture), etc.

Artistas como Genesis P. Orridge (mente maestra de la experimentación sonora underground, creadora de la pandroginia y fundadora del Templo de la Juventud Psíquica) o Ron Athey (pionero de la modificación corporal, de la incorporación del éxtasis religioso en el performance extremo, capaz de hablar en lenguas y profetizar) entran en esta definición con sus propias propuestas de travestismo y ocultismo: Genesis y su pareja Lady Jaye se modificaron el cuerpo y el rostro para crear un tercer ser pandrógino que habitaba en ambos cuerpos, mientras Ron se ha travestido con agujas, inyecciones de agua salina en los genitales y momificaciones hechas con duct tape. A pesar de ello, me gustaría centrarme en aquellas propuestas artísticas que son realizadas por travestis del sur, particularmente en República Dominicana y México, pues es allí dónde la crítica antirracista cobra mayor sentido y peso.

Johan Mijail, Museo de Antioquia, Medellin, 2013.

Johan Mijail es una escritora y performer dominicana, autora del Manifiesto Antiracista, Santo Domingo is Burning y Chapeo, obras impresindibles para pensar la intersección entre disidencia sexual, migración y antirracismo, y actualmente se encuentra en la construcción de su próxima publicación sobre la Epistemología Travesti del Sentir_Estando. Tanto su escritura como sus performances y toda ella misma, se encuentran atravesadas por los Misterios, los gagas, los bateyes y el café, el tabaco y el ron de los altares de la santería.

En su novela Chapeo la Johan describe múltiples pasajes místicos entre cruising, chapeo y borracheras con dembow, canalizaciones que ocurren de pronto: camino al Museo del Hombre Dominicano se le sube el Misterio de Santa Anaísa, la mami, San Elías el Barón se le trepa justo al entrar en el cementerio, Santa Marta la Dominadora en la embajada estadounidense, quién la rebautiza como Filomena y le manda comprar café, malta y huevos al supermercado,  San Miguel, Belié Belcán, se le mete estando en casa, se le manifiesta dándole incontrolables ganas de orinar, entonces llama a Orulá, Candelo y Oggún para que vengan en su ayuda, San Miguel es el misterio más violento, quiere cortar cabezas y brazos. Oshún deja una estela luminosa camino al mercado, Obatalá, Elegguá, Shangó y Yemayá también aparecen en su escritura. Dice Mijail, que “hay una relación directa entre las divinidades yorubas, los Misterios, y el chapeo”.

A Johan Mijail la conocí en persona en el 2022 en el Festival Poesía en Voz Alta en la Casa del Lago en Chapultepec, Ciudad de México. En una habitación de hotel a altas horas de la noche, en medio de tragos clandestinos de brandy, me contó que los Misterios le susurran números, imágenes de vevés y símbolos del vudú, así como poderosas acciones performativas. Justamente presentó en el festival el performance Santa Marta y sus vueltas: Santería para un travestismo cultural, entonces la vi ser poseída y transformarse en la Dominadora de los hombres, con cuatro machetes cardinales y vevés de harina, incluso probé la crema chantillí del filo de uno de sus machetes, crema batida que había usado como parte del ritual, en medio de árboles y pasto mojado.

A Federicx Tello, artista multidisciplinar cuya practica combina el teatro, danza, arte del cuerpo, performance y travestismo, le conocí en Cholula, Puebla en medio de la pandemia. Su propuesta bebe de la santería debido a un viaje personal que comenzó en la cama de un hospital tras despertar de tres días en coma y dos meses de internamiento, y que le llevó a Santa Clara, Cuba para aprender la danza en ofrenda a lemanjá, la Madre de todxs los Orixás, la diosa africana del mar, y posteriormente a Salvador, Bahía en Brasil, territorio sagrado Candomblé, culto a los orishas de origen totémico y familiar, como parte de la lucha de resistencia de las comunidades afro y el cimarronaje. Allí aprendió de Mãe Zil su mentor el arte de la incorporación e invocación, le vio ser canal de múltiples presencias muy contundentes que le saludaban, conversaban y comunicaban verdades, con el tiempo incluso le reconocián. En palabras de Fede, le vio “dar entrada a la Yabá, Iansá, después el Boyadero un indio Caboclo, con su puro de tabaco en la boca, era una Pomba Gira, espíritu femenino de la calle que adoraba el vino y luego era el marinero ebrio en cerveza con las palabras barridas”.

Estos saberes y experiencias se fundieron con su trabajo artístico, como ocurre con su más reciente obra performática “La Sacerdotisa” una pieza en el que entran y salen de su cuerpo diferentes personas, como solemos denominarlas en el arte de performance contrario a la idea teatral tradicional y ficcional del personaje, en el que su cuerpo se transforma desde una diosa hasta un clown junkie llamado Garcín, que invoca a todxs lxs poetas suicidas y al pájaro azul de Rubén Darío.  Juega con máscaras, velos, vestidos, plataformas y poesías: “ no es la misma la que se sube a los tacones que la que danza con los pies descalzos o el que se coloca la nariz roja”.

Fede menciona la importancia de preparar el cuerpo física y espiritualmente y las posibilidades de la incorporación como una  técnica de travestismo espiritual que permite la manifestación de otrxs a través de un mismo cuerpo, hecho que desafía el binarismo de género y otras dicotomías derivadas de la colonialidad como la diferencia entre cultura y naturaleza, civilizado y privitimo: “trabajé con la idea del cuerpx como un médium, un canal capaz de sostener, amplificar y albergar energías ajenas, presencias, textos poéticos y dramáticos, hasta memorias de otras vidas (…) un hombre puede incorporar a la reina Oyá, una mujer joven incorpora a Pai Xangô y luego Mãe Oxum o María Mulambo, prostituta y espíritu sabio de la calle. Lo sacro y lo mundano danzando en la misma habitación y los observantes recibiendo cura y bendición”

La misma Giuseppe se travistió espiritualmente de la Virgen de las Guacas, la virgen de los andes, la virgen travesi con sus oficios travestis. Por mi parte he llegado a travestirme espiritualmente de multiplicidades, incluyendo a la Niña Aurorita, el Señor de Veneno, del espíritu de una puma chimuela llamada Concha, un árbol de sangre, y un largo etc. Todo mi trabajo artístico está lleno de travestismos, al igual de Johan y Fede, creo en la figura del artista, y la figura de la travesti, artista travesti, como un medium, un canal, un puente, un portal.

Para las travestis rebeldes, el arte del performance consiste en la invención y actualización de ritualidades, un tipo de magia que se aleja por completo de la obsesión minimalista del performance hegemónico creado en las esferas del reconocimiento y legitimación del arte en el norte global, despolitizado y cargado meramente a la búsqueda conceptual, estética y espectacular.

La escritora y activista brasileña, Sueli Carneiro menciona en su ensayo El poder femenino en el Culto a los Orishas que la vida de las mujeres inciadas en la santería cambia radicalmente a partir de la incorporación/canalización: “el contacto inmediato con las entidades supone un cambio significativo en la experiencia de estas mujeres. Ante el trance de la interrelación persona-entidad, adquieren una nueva actitud ante el mundo”, este cambio es visible también en las prácticas de travestismo espiritual en el arte, pues aquellos performances relacionados con ello son parteaguas significativos en la vida de quienes los llevamos acabo.

En su obra en video Pinchajarawis de 2011, La Giu recita este poema: “cuerpo médium y migrante, cuerpo indígena (indeciso-indebido), cuerpa-puerca, cuerpo mestizo y mestizante, cuerpo texto y pretexto, cuerpo nación e indignación, cuerpo y no corporación, cuerpo mímesis-síntoma, cuerpo poesis – gesto, cuerpo-crónico, cuerpo-crónica» pero también dijo que la travesti es mucho más que un cuerpo: “el cuerpo muchas veces no deja hablar al travesti (…) el cuerpo ocupa todo el espacio y que el discurso está en segundo plano (hay que) romper esta convención en que el travesti es sólo esta materialidad corporal. Es eso, pero también más. Es una elaboración discursiva” yo agregaría que las travestis también somos una elaboración espiritual.

El travestismo espiritual es una práctica que mezcla la mediumnidad y la disidencia sexual, como parte de un cimarronaje místico que permite la invocación de la memoria histórica y las genealogías de rebeldías políticas a través de encarnación de múltiples entidades, deidades y fuerzas cuyo poder y presencia implica no sólo una amenaza al CIS-Heteropatriarcado colonial y racista y sus sistemas de creencias, sino una disputa constante frente al imperio de la razón ilustrada y positivista que continua siendo a la fecha el motor de la producción de conocimiento científico y por consiguiente el sostenimiento del sistema-mundo construido a partir de la reiteración de una única forma de lectura del mundo, universalizante y homogénea, que lo taxonomiza y clasifica a partir de los parámetros de la blanquitud,  negando una y otra vez la posibilidad de lo extraordinario y lo mágico de nuestras existencias. En nuestros cuerpos negros, prietos, indígenas, maricas, y travestis puede habitar la sabiduría y el espíritu de deidades, ancestrxs y pueblos enteros.

Si nos matan regresaremos en muchas formas.

Lechedevirgen

@lechedevirgen @maleficiocultural

Malecifio Cultural

Columna de crítica cultural antipatriarcal, anticolonial y antirracista: arte, género, disidencia sexual, salaciones, amarres, hechizos, talismanes, entierros, lecturas de mano y embrujos filosóficos. 


[1]Entrevista completa en  https://archivoartea.uclm.es/textos/entrevista-a-giuseppe-campuzano-2/

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