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LO QUE VIVEN LAS MOSCAS

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Mi cuerpo es bañado, alimentado y medicado por tres personas seleccionadas al azar de entre la audiencia. La acción culmina con la utilización de 618 moscas vivas que son repartidas a los asistentes. Una mosca doméstica vive un máximo de 25 días. El número de moscas utilizadas en la acción equivale a mí vida hasta esa fecha (25 años, 4 meses, 28 días y 20 horas). Vivo con un padecimiento renal crónico y degenerativo, a través de esta acción exploro dicha condición de enfermedad. 

Proyecto autobiográfico donde se exploran los procesos de decadencia del cuerpo enfermo, junto con sus implicaciones sociales.

Basado en las relaciones simbiótica-parasitarias, donde un organismo se beneficia a costa de otro, reflexiona alrededor de la imposibilidad de enfrentar los escenarios cotidianos, que por más simples o básicos que parezcan, se convierten en obstáculos inaccesibles y por lo tanto implican la intervención-colaboración de otro organismo que ayude al primero.

El artista entabla una comunicación con su entorno a partir de su propia condición de vulnerabilidad propiciada por el padecimiento renal crónico y degenerativo conocido como Glomeruloesclerosis focal y segmentaria, que permite un diálogo en código abierto sobre los temas de la permanencia, la debilidad, la esperanza de vida y la resistencia. “Lo que viven las moscas” es una fábula contemporánea cuya moraleja no debe ser contada.

Performance presentado en Galería Libertad, Querétaro, México, el 12 de Agosto de 2016.
Fotografías por Herani Enríquez “HacHe”
Video por Michael Carroll
Producción Alexis H. Escalante, Sorshamn Lara, Eduardo Olvera y Roja Ibarra
Agradecimiento especial a Galería Libertad y Paulina Macías.

Nota en Diario de Querétaro por Alondra Jímenez:

Reseña de Arantxa Salazar

Frente al público está sentado el artista Lechedevirgen Trimegisto, sin mirar a nadie, absorto en la inmovilidad, es un cuerpo puesto para ser atendido, puesto en manos de sus espectadores.

Tres personas lo alimentan, lo visten y lo medican, se les ven tratos cuidadosos, temerosos e incluso cariñosos ante esta persona que los necesita, pero estar frente a un puñado de ojos que los evalúa y con alguien que no responde, que no se sostiene por sí mismo, comienza a volverse difícil y luego de un rato se les ve la desesperación y los movimientos se hacen un poco más bruscos, ¡por qué no te mueves, por qué no lo haces solo!… Todo esto en diez minutos, entonces, ¿qué pasa con una vida puesta a disposición de quien está enfermo?

Un estado parasitario es lo que el artista trata en este performance que lleva por nombre “Lo que viven las moscas”, es un trabajo autobiográfico donde se muestra el proceso de una enfermedad degenerativa y cómo es que la persona se vuelve dependiente de otros al tener un estado de vulnerabilidad. Se hace una analogía con las moscas las cuales comen de una manera específica y viven en un lapso muy corto, al igual que el sujeto enfermo.

Todo el acto se da en un ambiente de incertidumbre. Están las personas con esas miradas esperanzadas de lo grotesco, lo tajante, la sangre chorreante o cualquier otra cosa irreverente que ha caracterizado el trabajo del performer, pero en esta ocasión nada de eso pasa. Nada demasiado explícito. Sin embargo, no puedo imaginar algo más franco que la persona que muestra sus propias dolencias, quien se desenmascara y se muestra débil ante una sociedad que exige agresividad y fuerza.

Para los ojos implacables y curiosos de todxs los que fueron porque les contaron que este chico hace “cosas raras”, para todxs ellxs, allí esta, devórenlo, el acto tan simple como sentarse y desafiar a través del diálogo sincero.Claro que dan ganas de mirar a otro lado porque no quiero conocer a nadie que me diga que podría entrar en una fase terminal, no quiero mirar porque me hace pensar en mis aquejantes dolores, en las personas cercanas a mí que tuve que ver sufrir, no quiero verlo porque me lastima su imagen frágil y no puedo hacer nada.

Efectivamente, el performer no está hablando de una problemática social sino de una cuestión muy personal, pero, sin duda, la simplicidad de las cosas es lo más impactante que uno pueda ver. El desnudo de esta ocasión apuntaba a la parte más íntima del alguien y no me refiero a la desnudez del cuerpo sino a aquella que uno quisiera cobijar porque se siente impotencia. Es un acto directo en el que Lechedevirgen nos permite asomarnos a su privacidad y en el transcurso sentir empatía hasta el punto en que quienes llegaron por morbosidad pasaron a la angustia.

Agosto 2016.

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